Te invitamos a conocer Transnistria y a averiguar cómo se vive en un país que no existe.
Es un Estado europeo que controla sus fronteras, tiene su gobierno, ejército y emite su moneda.
Sin embargo, no es reconocido por ningún otro país del mundo.
Como si el tiempo se hubiera detenido las estatuas de Lenin siguen de pie junto a otros símbolos comunistas.
Es que, para la comunidad internacional, para las autoridades del resto de los países y para quienes hacen los mapas, Transnistria no existe.
Pero si ponemos el foco en Europa Oriental podremos encontrarnos con una particularidad.
Lo que aparece como Moldavia a nivel cartográfico no se corresponde del todo con la realidad del lugar.
En la franja oriental de este país, sobre el límite con Ucrania, nos encontramos con Transnistria.
Para Moldavia es parte de su territorio, y lo denomina Unidad territorial autónoma con un estatus jurídico especial Transnistria.
El gobierno local, en cambio, se reconoce independiente bajo el nombre de República Moldava Pridnestroviana.
En castellano se suele simplificar como Transnistria.
Hace referencia a que se encuentra más allá del río Dniéster, que actúa como frontera natural en buena parte del límite con Moldavia.
Del otro lado, la extensa frontera con Ucrania.
Allí viven casi medio millón de personas en una superficie que equivale a una décima parte de la de República Dominicana o a casi el doble de la de Luxemburgo.
Pero, más allá de lo que indiquen los mapas, la experiencia nos dice otra cosa.
Si partimos desde Chisináu, la capital de Moldavia, y hacemos los 70 kilómetros que la separan de Tiráspol, la capital de Transnistria, tendremos que pasar un control migratorio, nos será útil conseguir la moneda local, y no solo cambiará el idioma, sino que también será otro el alfabeto.
Y no se trata de una situación nueva, sino que esto sucede desde 1992.
Históricamente, Moldavia y Rumania han sido parte de entidades comunes.
Ambos países poseen lazos culturales arraigados: el idioma común es el rumano y son latinos.
Esto no sucede en Transnistria, donde hay una mayor proporción de rusos y ucranianos a nivel étnico y se utiliza el alfabeto cirílico.
Para comprender cómo se llegó a esta situación tenemos que retroceder hasta la Segunda Guerra Mundial.
En el marco de ese conflicto, y por un acuerdo entre alemanes y soviéticos, se crearía en 1940 la República Socialista Soviética Moldava, que se separaba de la Gran Rumania.
Al año siguiente, la actual región de Moldavia pasó a estar bajo dominio nazi.
Allí se produjo una de los peores crímenes de la guerra, y se calcula que fueron asesinados más de 150.000 judíos.
En 1944, la Unión Soviética retomaría el control del territorio.
La vecina Rumania, si bien fue aliada del régimen socialista, mantenía su gobierno aparte.
De esta forma, durante casi medio siglo permanecieron estos límites para Moldavia.
Pero puertas adentro existían historias disímiles: la parte occidental era latina y se identificaba con los rumanos; la oriental era eslava y tenía vínculos con ucranianos y rusos.
Esta situación se mantuvo hasta la década de 1980, cuando caía el poder de la Unión Soviética.
En Moldavia comenzó a aflorar un sentimiento nacionalista y de reconstrucción con los lazos con Rumania.
Se adoptó el alfabeto latino en reemplazo del cirílico y se implantó la actual bandera, que tiene obvias similitudes con la rumana.
En Transnistria esto era considerado una amenaza, ya que quedarían en minoría si avanzaba esa unión.
Por eso es que en 1990 se proclamó la independencia del territorio.
La situación se mantuvo hasta 1992, cuando Moldavia quiso recuperar el control y se produjo una guerra durante tres meses.
Gracias a la ayuda de las tropas soviéticas que estaban allí, Transnistria pudo defenderse y se firmó un alto el fuego.
Así se puso fin a un conflicto bélico en el que mil personas dejaron la vida.
Desde ese entonces, por casi tres décadas, la situación quedó en ese limbo.
Con un país, Moldavia, que tiene el reconocimiento internacional sobre el territorio, pero que en realidad no lo controla.
Y otro, Transnistria, que no puede firmar un tratado con otro país pero que domina de hecho el terreno.
Actualmente, otros tres territorios reconocen a Transnistria.
Se trata de Nagorno-Karabaj, Abjasia y Osetia del Sur.
Es decir, otros Estados que tampoco son acogidos por la comunidad internacional.
Pero bueno, las banderas de unos y otros flamean en las particulares embajadas de Tiráspol.
Esta extraña situación despertó interés de muchos curiosos que quisieron conocer el lugar, a pesar de que no cuenta con grandes atractivos turísticos.
Hasta hace unos años, ingresar y permanecer era una odisea burocrática.
Actualmente los trámites son más simples, ya que comenzó a valorarse más la arista económica de las visitas.
Quienes ingresen a la República Pridnestroviana se podrán sorprender con la enorme estatua de Lenin frente al parlamento, llamado Soviet Supremo.
Por si hacían falta más referencias comunistas podemos ver a la hoz y al martillo en la bandera.
Igualmente, esto se queda en lo simbólico, ya que existe una economía de mercado.
Y en el aspecto político hay elecciones regularmente, aunque existen dudas sobre la validez de estos actos por la ausencia de observadores extranjeros.
Los turistas también podrán tratar de conseguir las llamativas monedas de plástico de rublos transnistrios, únicas en el mundo y muy valoradas por los coleccionistas.
La industria pesada y la producción de energía eléctrica son los principales motores económicos del país.
Por lo menos en la teoría, porque en la práctica se suma un apoyo constante de Rusia, su mayor aliado.
También existieron sospechas de que era una meca del tráfico de armas, y que ahí radicaba otra fuente de ingresos.
El grupo económico más relevante es Sheriff, un conglomerado que incluye tiendas de alimentos, venta de automóviles, gasolineras, medios de comunicación.
Y también un equipo de fútbol, el Sheriff Tiráspol.
Este equipo participa de la liga moldava, y no le va nada mal: de las últimas 21 ligas ganó 19.
A nivel europeo estuvo cerca de generar cierto impacto, ya que dos veces llegó a la última ronda de playoff para clasificar a la fase de grupos de la Champions League.
No estuvimos tan lejos de ver a los mejores jugadores del mundo viajar a un país que, para el resto del mundo, no existe.
Al llegar a este punto tal vez muchos se preguntan por qué existe Transnistria.
Es decir, un país que tiene sus leyes, gobierno, policía y emite pasaportes, pero que nadie lo considera como tal.
Resulta ineludible el apoyo ruso, y no solo a nivel económico.
Desde el final de la guerra existen tropas en el lugar, lo que ha sido criticado por Moldavia, que lo considera una intromisión en sus asuntos.
Tras la anexión de Crimea, queda claro el interés ruso por mantener su influencia en la zona.
En este caso, se trata de una población identificada con el gigante euroasiático.
Además, es una forma de mantener presión para Putin.
A nivel geopolítico, Moldavia podría haber seguido el camino de su vieja hermana Rumania, que se unió a la Unión Europea y a la OTAN, rivales de Rusia.
De este modo, si Moldavia avanza en esa dirección puede ser amenazada por lo que suceda en Transnistria.
Por eso mismo es que tampoco ni la propia Rusia reconoce la independencia.
Se trata entonces de un equilibrio en el que todos respetan un delicado y extraño status quo.
Aunque, está claro, cualquier cambio en la región podría desembocar en la anexión de Transnistria por parte de Rusia.
Esto generaría una especie de nuevo Kaliningrado, ya que sería un exclave en Europa.
De alguna forma, esta República Moldava Pridnestroviana es un recordatorio de las consecuencias que pueden provocar viejas decisiones políticas arbitrarias sobre la delimitación de las fronteras.
Según tu opinión, ¿qué futuro tendrá este lugar?
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