En esta entrada te cuento la historia del boy scout radiactivo esta es una de esas historias reales, pero muy desconocidas, que parecen estar diseñadas para ser contadas.
Puesto que lo tiene todo para ser un éxito en cualquier conversación con amigos.
En ella se mezclan los sueños de un chico y su más que evidente amor por la ciencia, su valor, y la falta de la más mínima prudencia.
Estos ingredientes casi desembocaron en un apocalipsis en su barrio.
¿Cómo comienza la historia del boy scout radiactivo?
Te voy a contar la historia del que fue llamado El “Boy scout radiactivo”
Nuestro amigo se llama David Hahn y nos sitúa en 1994, cuando apenas tenía 17 años, en el pueblo de Commerce, de unos 40,000 habitantes, en Michigan, USA.
David era un “nerd” desde pequeño, una persona introvertida y estudiosa, un amante descontrolado de la química y de la física.
Pasaba las horas muertas en el sótano de su casa llevando a cabo los más diversos experimentos.
Sus habilidades lo llevaron a formar parte de los boy scouts donde pronto destacó por su elevado nivel de conocimiento, y fue condecorado con la distinción “Águila” por su instrucción en el campo nuclear.
Desde aquí es donde se tuerce la historia del boy scout radiactivo
Con 17 añitos, David Hahn se creyó el rey de Persia y se le subió el ego. Y por supuesto todos sabemos que venirse arriba a veces solo trae consecuencias nefastas.
Fue entonces cuando se le ocurrió la idea acerca de su próximo experimento, no sería sencillo, pero confiaba en hacerlo.
Aunque era consciente de que las dificultades serían muchas: Crearía su propio reactor nuclear de fisión en el garaje.
Si, lo has leído bien: Reactor nuclear, sí, como los de verdad, pero a una escala más pequeña.
Algo más de andar por casa con lo que abastecer de energía a medio barrio partiendo átomos.
El chico comenzó a hacerse pasar por un profesor retirado para escribir cartas e ir descubriendo poco a poco los datos que creía que le faltaban para lograr su propósito.
Primer problema para David Hahn, conseguir uranio, plutonio, torio o semejantes para que le sirvieran de combustible.
Aquí ya cualquiera se habría rendido y se habría dado cuenta de la estupidez, pero David era testarudo y se propuso conseguirlo.
Dados sus conocimientos, el chico sabía que muchos de estos elementos radiactivos se encontraban en utensilios comunes del día a día.
En los años 90’s la legislación era mucho más permisiva que ahora, solo tenía que hacerse con miles de ellos para lograr cantidades significativas de combustible radiactivo.
Americio 241 de detectores de humo, Torio de relojes que brillan en la oscuridad, tritio de miras telescópicas, y uranio 235 y 238 de un mineral llamado pechblenda.
Este chico produjo 170 veces más torio puro de lo marcado por la ley para necesitar permiso de la autoridad nuclear.
Tras ello, solo le faltaba el sarcófago, para lo que compró un bloque de plomo que taladró y voila, ya tenía contenedor para la reacción.
Error David Hahn. Las medidas de seguridad de las centrales nucleares están por algo y no son un trozo de plomo.
Por supuesto la financiación de su proyecto era escasa, y los materiales tenía que robarlos o conseguirlos de cualquier manera.
El principio del fin de la historia del boy scout radiactivo
Y fue en uno de estos robos cuando fue detenido por la policía.
El registro del maletero de su coche llamó poderosamente la atención de un policía, que comenzó a sospechar seriamente que algo malo estaba sucediendo.
Avisados expertos, pronto concluyeron que tenía el coche cargado de material radiactivo, así que una unidad especial enfundada en trajes anti radiación se dirigió a su casa.
Y como puedes imaginar el lío en que se había metido nuestro amigo en aquel entonces era ya completamente épico.
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Ya en su casa los expertos no tardaron en darse cuenta ante su total asombro que el proyecto de ciencias del chico era construir un reactor nuclear funcional.
Y los contadores Geyger demostraron que el nivel de radiación era mil veces superior al normal en su domicilio.
Y el problema que se armo fue épico, la casa de sus padres fue declarada lugar contaminado, el barrio evacuado hasta comprobar la seguridad y un ejército de “descontaminadores” caminando por las calles vacías como en las pelis de ciencia ficción.
Pocos días después la piel de David Hahn comenzó a escamarse produciéndole llagas por todo el cuerpo y su pelo comenzó a caerse por la exposición a la radiación.
Por lo que tuvo que recibir un tratamiento preventivo.
Todo el material de su casa fue evacuado y enterrado en contenedor seguro en el desierto y obtuvo 60 mil dólares de multa por la limpieza hecha por el estado.
Durante el juicio se conmutó su pena por el alistamiento en el ejército, en donde sirvió en un portaaviones nuclear.
Su vida continuó hasta que años más tarde las cosas se torcieron para David Hahn al serle diagnosticada una esquizofrenia paranoide con trastorno bipolar.
David Hahn cayó en una espiral de adoración a la radiactividad, donde llegó a ser detenido por robar detectores de humo en su afán de tener material radiactivo cerca, hecho que no parece haber superado.
David Hahn en realidad tuvo mucha suerte.
De haber logrado la masa crítica, la reacción se habría descontrolado, y la radiación lo hubiera matado a él, a toda su familia, y a medio barrio.
Por suerte no logró montar su propio Fukushima casero.
David Hanh falleció el 27 de septiembre de 2016, a los 39 años, en su ciudad natal de Shelby Charter Township, Míchigan.
La causa de su muerte fue atribuida a factores accidentales y por los efectos combinados de intoxicación por alcohol, difenhidramina y fentanilo.
Una impresionante historia digna de una película.
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