Hoy te invitamos a conocer Gangkhar Puensum, el pico más alto del mundo al que todavía no ha llegado el ser humano.
Por las enormes complicaciones que presenta, se transformó en el máximo desafío para los montañistas de todo el mundo.
Poner un pie en un lugar en el que jamás estuvo otra persona tiene un significado único.
Después de más de medio siglo de que Neil Armstrong lo hiciera en la Luna, todavía hay muchos lugares en la Tierra que se mantienen vírgenes de presencia humana.
En 1953, el nepalí Tenzing Noray y el neozelandés Edmund Hillary completaron una hazaña que los ubicó en los libros de historia.
Pero a pesar de que se trata de la más alta, la ascensión al Everest no es la más complicada de todas.
De hecho, año tras año se emiten centenares de permisos y son cada vez más los exploradores que se animan al reto.
Por fuera del Everest, hay un pico que puede ser el sueño de los montañistas más experimentados.
Se trata de Gangkhar Puensum.
Tiene una altura de 7570 metros, por lo que está en el puesto 45 entre los más altos del mundo.
Pero los 44 que lo superan en altura ya fueron visitados por seres humanos.
Esta montaña también se encuentra en la cordillera del Himalaya, la más impactante del planeta y la que ofrece los picos más elevados sobre el nivel del mar.
Pero se trata de una zona tan inexplorada y de tan difícil acceso que ni siquiera podemos tener una fiabilidad total sobre el país en el que se encuentra.
Está muy cerca de la frontera entre Bután y China.
Pero los límites en la zona no están del todo demarcados y existen varias controversias.
Para los butaneses, Gangkhar Puensum se encuentra en su territorio.
Los chinos, en cambio, aseguran que la montaña indica el límite entre ambos países.
De una forma u otra, para comprender por qué no se ha tocado este lugar tendremos que introducirnos en Bután.
Es un pequeño país, obviamente muy montañoso, rodeado por India y China.
Mientras que tiene disputas territoriales con los chinos, en particular con la región del Tíbet, los indios son sus principales socios a nivel económico, político y cultural.
Luego de estar aislados al exterior durante mucho tiempo, los butaneses comenzaron a abrirse en la década de 1970, cuando empezaron a recibir a algunos turistas.
Pero recién en 1983 permitieron el montañismo en su territorio.
La prohibición era por cuestiones religiosas y creencias, ya que consideraban que allí moraban espíritus.
A partir de que se legalizó la actividad comenzaron a planearse las primeras expediciones.
Hubo cuatro entre 1985 y aunque Bután daría marcha atrás con las habilitaciones.
En 1994 se prohibió escalar montañas de más de 6000 metros.
Una década más tarde hizo extensiva la prohibición a todo el alpinismo dentro del país.
En el medio, una expedición japonesa obtuvo permiso de China para intentar alcanzar la cima desde el lado tibetano.
Comenzaron la escalada, pero luego se les retiró la habilitación por el conflicto fronterizo de ambos países.
Los japoneses apuntaron a un pico subsidiario, Liankang Kangri, y lo alcanzaron.
Pero no lograron el objetivo principal que se habían propuesto, Gangkhar Puensum.
Este pico se volvió muy apetecible para los escaladores por varias cuestiones.
No solo tiene el récord de ser el más alto que nunca fue escalado, sino que se agregan otras cuestiones.
A la belleza del entorno que se puede apreciar se agrega también la alta prominencia del pico.
La prominencia es una medida que se toma en cuenta para clasificar a las montañas.
No solo es importante la altura total, sino también la forma en la que se destaca en comparación a su entorno.
De esta forma surge este concepto, que se define como el desnivel mínimo que hay que descender desde la cumbre de una montaña para ascender a otra más alta.
Gangkhar Puensum cuenta con una prominencia de 2990 metros.
De cualquier modo, hoy parece difícil que alguien pueda escalar este pico.
No solo por las dificultades técnicas, sino también por las legales.
Nada indica que Bután tenga pensado habilitar el alpinismo en su territorio.
Una política muy diferente a la de su vecino Nepal, en donde está muy desarrollada la actividad.
Incluso algunos creen que está sobreexplotada, lo que causa problemas ambientales.
Bután cuenta con 750.000 habitantes y una superficie de 38.000 kilómetros cuadrados, similar a la de Suiza.
No solo por su extensión, sino también por las altas cumbres que se pueden apreciar.
En este país se busca cuidar este entorno virgen, incluso a riesgo de perder oportunidades comerciales.
Es que no solo está prohibido el montañismo, sino que está muy restringido el turismo en general.
De hecho, casi todos los visitantes deben tramitar una visa antes de su llegada.
Solo hay tres excepciones: los ciudadanos de India, Bangladés y Maldivas.
En total solo se autoriza la llegada de 100.000 turistas por año, a fin de preservar las tradiciones locales.
Solo se permite el ingreso de extranjeros mediante viajes organizados.
Y se requiere además que tengan un gasto diario mínimo de 200 dólares.
Por si hacía falta alguna complicación, el aeropuerto de Paro, el único internacional del país, es uno de los más peligrosos del mundo por su ubicación y por el entorno geográfico.
Solo pilotos muy expertos pueden despegar o aterrizar allí.
De cualquier modo, los turistas que logren ingresar a este país podrán disfrutar de numerosas rutas para hacer caminatas y trekkings con paisajes únicos.
Aunque, como saben, no podrán escalar ni acercarse a las cumbres.
También podrán conocer Timbu, la capital.
Allí viven 115.000 personas y se enorgullecen de no tener ni un solo semáforo.
Pero sin dudas una de las cuestiones más llamativas de Bután es su intento de medir la felicidad de la población.
Hace medio siglo, Jigme Singye Wangchuck, quien reinó durante 34 años, acuñó un concepto llamado Felicidad Nacional Bruta.
Su idea era que los indicadores económicos no bastaban para definir la realidad de la población.
Por eso es que se buscó priorizar este concepto al del Producto Bruto Interno, que se enfoca solamente en aspecto económico.
Para realizar la medición se recurre a un cuestionario de 180 preguntas.
Se analizan varias dimensiones que responden a los cuatro pilares del índice: desarrollo socioeconómico sostenible y equitativo, conservación ambiental, preservación y promoción de la cultura y buen gobierno.
Gracias a esta medición, Bután ha sido mencionado en más de una oportunidad como “el país más feliz del mundo”.
Pero bueno, lo cierto es que en casi ningún otro lugar del planeta se toma una muestra comparable.
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