En esta entrada resolvemos el enigma que ha preocupado a muchas personas durante los últimos meses. ¿Un mini agujero negro puede tragarse la Tierra?
Es un día cualquiera en el planeta Tierra, en su vuelta al Sol.
La humanidad es completamente ajena a lo que se acerca desde las profundidades del espacio: un agujero negro… Ridículamente pequeño, del tamaño de un protón.
Aunque sean diminutos, tienen mucha masa: en este caso cien mil millones de kilos, su velocidad de acercamiento es enorme: 100 veces la velocidad del sonido.
Y su trayectoria cruza la de la Tierra.
Al entrar el agujero negro en nuestra atmosfera (y si las reglas de la gravedad siguen funcionando en el mundo cuántico) las moléculas del aire se verán fuertemente atraídas, lo que hará que giren a su alrededor, cada vez más y más rápido, generando alrededor del agujero un “escudo” de altísima temperatura.
En pocos segundos, llegará al suelo sin que nadie se haya dado cuenta de su entrada.
Si el agujero hubiera pasado cerca de un avión, a unos 10 metros, sus pasajeros solo hubieran notado una pequeña sacudida, parecida a la de un ascensor arrancando.
Nada extraño.
Toca el suelo y lo atraviesa.
¡No te esperes ningún cráter!
¡El agujero es más pequeño que un átomo!
Ahora, la roca es tan densa en partículas, que montones se agolpan a girar en torno al agujero, ampliando su “escudo” hasta 10 cm.
Como si se tratara de un taladro, el material incandescente que rodea al agujero negro perforaría un túnel mientras desciende hasta las profundidades del mundo.
Y cuanto más material calienta a su paso, más disminuye su velocidad.
De modo que el mini-agujero negro empieza a trazar una espiral hasta que su velocidad cae a 0 y acaba estancado en el centro de la Tierra, donde cada vez más materia gira a su alrededor.
Todas las básculas del mundo empiezan a pesar un 0.000000000001% más y los sismógrafos han detectado una pequeña perturbación, pero podría ser uno de muchos terremotos naturales, así que no le están dando importancia.
Mientras, en el corazón de nuestro planeta, las partículas que giraban en torno al agujero empiezan a caer dentro de él, progresivamente aumentando su masa.
Y a mayor masa, mayor es su poder de atracción.
Su “escudo” aumenta por momentos, pero el centro de la Tierra es tan caliente por sí solo que pasa desapercibido.
Tal vez, la primera señal de alerta podrían ser disrupciones del campo magnético de la Tierra (ya que el agujero negro estaría devorando su generador).
Pero poco podríamos hacer al respecto.
Los efectos del agujero empezarían a apreciarse en la superficie: terremotos, aumentos de la temperatura y consecuencias climáticas imprevisibles.
El final es evidente: el agujero negro acabaría rompiendo la corteza esférica que lo rodea; formando un disco de acreción con los fragmentos de nuestro planeta.
La luna seguiría girando como si nada.
Al fin y al cabo, hemos sustituido la Tierra por un objeto con la misma masa de la Tierra.
Misma gravedad, así que todo sigue igual.
Al margen de algunas lluvias extras de meteoritos, el único cambio en sus cielos sería la desaparición del punto azul pálido por un disco muy brillante en rayos X.
Así que, ¿hasta qué punto deberíamos preocuparnos?
¿Pueden existir agujeros negros tan pequeños?
¿Y cuál es la probabilidad de que choquen contra la Tierra?
Bueno, empecemos por lo que sabemos: nunca hemos detectado señal alguna de estos diminutos agujeros.
Los que vemos en el Universo son bien grandecitos, ya que son el producto del colapso de estrellas gigantescas.
Uno no puede esperar generar algo tan pequeño de un evento tan colosal.
Ahora, también es cierto que cada año crece la sospecha de que tiene que haber otra vía para formar agujeros negros.
Es aquí donde entran los agujeros negros primordiales.
La hipótesis de que en el inicio del Universo se fraguaron agujeros negros muy variados en tamaño, sin tener las limitaciones impuestas por las estrellas.
Muchos de estos agujeros negros podrían haber sobrevivido hasta nuestro tiempo, incluso ser parte de la solución a una de las preguntas más importante de la astrofísica:
Respuesta: una cantidad interesante de agujeros negros.
Ahora, estos agujeros negros primordiales se han intentado detectar.
O al menos sus efectos.
Y la cosa no está clara.
Por un lado, los demasiado pequeños seguramente no existan por culpa de la radiación Hawking, la radiación hipotética de los agujeros negros.
Los pequeñitos, desde el Big Bang a nuestros días habrían tenido tiempo de sobra para desaparecer en un estallido de rayos gamma, estallidos que no vemos con la cantidad suficiente en los cielos.
Estos datos parecen negar la existencia de muchos de estos agujeros, sin embargo, si vinieran en una gama de masas concreta o se agruparán en cúmulos podrían estar pasando desapercibidos.
Así que sí: es una posibilidad no descartable que la materia oscura que rodea nuestra galaxia esté formada, en parte, por agujeros negros diminutos.
Y que uno de los que orbita en el disco galáctico, tenga la mala suerte de cruzarse con la Tierra.
Es decir, un bicho girando entorno a la galaxia debe moverse respecto de la Tierra a decenas de kilómetros por segundo.
Esta es la pregunta que varios investigadores se hicieron y sus cálculos han sido muy esperanzadores: no, la materia de la Tierra no es capaz de frenarlo.
Para la grandísima mayoría de casos, el agujero negro atravesaría la Tierra como si nada, perdiendo una cantidad ínfima de energía.
Poniendo este resultado junto a la enorme casualidad de que una cosa tan pequeña se tope con nuestro planeta teniendo la inmensidad de la galaxia, la frecuencia estimada de que un agujero negro se implante en el núcleo de la Tierra es de una vez cada mil trillones de años, lo que es billones de veces la edad del Universo.
Así que dado que, muchísimo antes, la Tierra y el Sol ya no andarán por aquí creo que podemos estar muy tranquilos.
Aun así, esto lleva a una pregunta aún más interesante.
¡Sería una prueba de que los agujeros negros primordiales existen!
Bueno, como vimos al principio el agujero negro es muy silencioso.
Pero puede que el mundo cuántico abra una pequeña puerta.
Porque un agujero negro tan pequeño tiene que emitir enormes cantidades de radiación Hawking.
Lo que deberíamos esperar es que el cilindro que dejara el agujero negro estuviera fuertemente radiado, un patrón en el material que debería ser distinguible.
Es decir, que existe una posibilidad real (aunque muy pequeña) de que un geólogo encuentre un pequeño túnel y se convierta en el descubridor de que nacieron agujeros negros en el inicio del Cosmos.
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